Ayer se comentaba en el programa “Salvados” por parte de un sociólogo alemán que hay que elegir entre más paro y más desigualdades. Parece que se nos condena a no pensar más allá de estas dos malas dicotomías, pero la obligación de los que no estamos de acuerdo con ninguna de ellas es buscar alternativas.
Otro ejemplo (siempre) distinto es Argentina. País acostumbrado a inflaciones muy altas que en estos momentos podemos colocar sobre el 30% anual (aunque oficialmente se habla del 9%), con prohibición casi total en estos momentos para importar productos de fuera que ellos mismos pueden fabricar en su país aunque sean de otra calidad o de diferente precio, con una presencia de su Presidenta casi dictatorial con nula presencia en su Congreso y un uso muy partidista de las gestiones pero con un respaldo todavía muy alto.
Los argentinos se vuelven hacia la mala costumbre de tener dinero en dólares, de negociar parte de los sueldos en dólares, de pensar para sus ahorros que la salvación está en el dólar. No es un corralito, pero se acerca ligeramente. Se intenta llegar a acuerdos nacionales con las grandes empresas globalizadas para permitirles que puedan vender sus productos exteriores a costa de que ellas mismas compren productos interiores. Es casi un sistema de trueque a nivel institucional. Malas soluciones, pero diferentes.
No parece que debamos copiar de países con excesivo proteccionismo hacia sus productos (hay más que Argentina), por la nula capacidad de España de poder defenderse bien en una situación parecida. Dependemos excesivamente en España de las importaciones tecnológicas o de combustible. Pero alguna medida que no supusiera un aumento de la inflación se debería acometer para defender mejor el producto europeo, lo que se produce en la UE al menos.
Parecemos condenados a tener más desigualdades, a ver imágenes como la que mostramos, de grandes ciudades llenas otra vez de chabolas o de barrios en malas condiciones. Deberemos huir de la caridad pero vigilar muy bien la justicia social y las leyes que cuiden un reparto más útil y humano de las posibilidades básicas, mientras no logremos éxitos en un reparto más lógico de los beneficios de estas crisis. Por que no debemos dudar, en toda crisis siempre hay beneficios, pero cambia de manos para quedarse en menos. Debemos estar muy atentos a los grandes perdedores de este cambio de sistema que pretende catapultar al capitalismo salvaje y no convertirse en un capitalismo más humano.