Comunicar es convencer, es hablar empleando varias
herramientas, es vender. También en política, comunicar es vender y convencer,
aunque muchas personas consideren incluso bastardo este uso.
Imaginemos en un partido de fútbol que uno de los equipos
hubiera decidido no disparar fuerte el balón para no hacer daño al contrario.
Se puede jugar al fútbol así, pero el otro equipo está contentísimo de estas
premisas del contrario. La política es también —joder qué palabros los que
viene ahora, ¿cómo lo digo para que suene lo menos mal posible?— vender ideas y
proyectos.
En la política también hay una marca detrás, un producto,
unos clientes, unos objetivos, una competencia, la posibilidad de cerrar la
factoría de ideas si te equivocas, de caer en el abismo de la derrota. Vale, es
cierto, no se puede ser tan claro —cuando se habla de política— entre gentes
que se consideran progresistas. Muchos son muy dados a pensar que los milagros
existen y que tratar la política con ideas profesionales es contrario a su
esencia. Tienen razón, pero no estamos en “Los Mundos de Yupi” para desgracia
de las esencias totalmente limpias.
En política no manda quien gobierna, manda quien ordena. Y
lo curioso es que muchas veces las órdenes no se notan e incluso o sobre todo,
no se sabe desde donde proceden. Es complejo asegurar —por poner ejemplos— desde
donde viene la idea de que la justicia hay que reformarla en una dirección o en
otra. O desde donde la decisión de controlar el déficit antes que el desempleo.
O incluso por qué se piensa en recalificar unos terrenos al sur y no al norte.
Podemos intuirlo a veces, pero muchas ocasiones son decisiones tomadas —creen
ellos—muy libremente por políticos muy honrados que se dejan llevar por sus
ideas preconcebidas. ¿Alguien cree que no hay fuerzas —o poderes con oficinas
presupuestadas— que intentan modificar las ideas preconcebidas de la sociedad,
desde fuera de la política que da la cara? ¿alguien sabe lo que son “los
pasillos” en política?
Muchas veces no se decide que caiga una tormenta tremenda, muy
al contrario se desea que el agua fina del “chirimiri” vaya calando poco a poco
sin casi darnos cuenta nadie. Eso es una gran labor de comunicación social y
política. Los que no sepan o no quieren emplear herramientas para estas lluvias
primaverales, juegan en inferioridad de oportunidades. Tienen menos soluciones
sobre la mesa.
Los marcos mentales existen. Para comprar una marca de
galletas, para castigar a un hijo, para entender el trabajo de un profesor,
para ser del Atlético de Madrid o del Real Madrid. Muchos no saben que al
elegir una marca de bebidas, en realidad están siendo influenciados por unos
marcos mentales determinados que les han logrado meter dentro con alguna idea,
imagen, mensaje, marco mental. Quien logre dominar ese lenguaje de comunicación
estará empleando más herramientas que quien no lo domine. En los años 70/80
llevan chaqueta de pana era de progres. ¡Fácil verdad! Y comprarse un coche
Ford también. Y llevar El País enseñando la cabecera. Y tomar cubalibres. Y
dejarse el pelo largo. Incluso llevar traje con corbata y pantalones
acampanados era de estudiantes de izquierdas. Llevarlos rectos y con el pelo
normal o corto lo era de derechas. Son tonterías viejas, pero son pequeños
marcos mentales que diferencian formas, decisiones, ideas.
Los publicistas lo saben bien, manejan muy bien los
segmentos sociales hacia donde quieren dirigir sus propuestas. Sean pizzas o
vestidos de flores, ideas políticas o marcas de perfume. Todo en un gran
paquete, para dolor de muchos idealistas políticos, lo siento por ellos de
veras. Pero mientras no logremos cambiar el sistema de mercados dominantes “de
todo” tendremos que salir a la calle con paraguas y a ser posible con zapatos
de agua, sobre todo si queremos pisar charcos e incluso remangarnos para cruzar
las calzadas mal asfaltadas.