No hay duda en diagnosticar que la sociedad en España está muy cabreada a la vez que asustada. Efectivamente, no la mayoría, pero esto es como siempre. Preocupada y cabreada; ese descontento no está siendo capitalizado por nadie, por ningún grupo, por ninguna ideología. Todos estamos callados y aguantando, lo que no quiere decir que estemos soportando la situación con acatamiento. Simplemente es que los descontentos no encuentran cauces ni apoyos ni salidas que les convenzan.
Este diagnóstico es grave de ser cierto, pues la situación puede explotar en cualquier momento, y los estamentos ya instalados en nuestra sociedad no están haciendo nada (o no pueden) para revertir el futuro social que puede venir.
Es inevitable la revolución, entendida como concepto gramatical. Re/Evolución. Volver a evolucionar al menos. No se trataría de un cambio menor, de una aceptación con modificaciones, de una negociación social.
La sociedad se acoplará al intento de revolución que antes surja y con más “belleza y capacidad para venderse” dentro y detrás. Así ha sucedido en la historia y está sucediendo en varios países de Europa. Muchas veces se abrazan las peores soluciones, si estas son las únicas que se ofrecen a la sociedad.
Saberlo y quedarse mirando a que suceda, es cuando menos muy duro de asumir. Pero lo cierto es que la sociedad ya no va admitir volver sobre lo andado. Son tantos los problemas, muchos de ellos sin todavía síntomas que se noten, que la evolución dura será inevitable. En otros siglos estos cambios se acompañaban de guerras —insisto, es desgraciadamente la historia— y ahora es el cambio económico y social.
¿A qué nos referimos con cambio social?, pues no lo sabemos casi nadie. Puede que sean ligeros o profundos, puede que sean un cambio en el orden de calidades sociales entre países, puede que sea el nacimiento de un nuevo orden mundial o de una nueva ideología. Puede que sea la desgraciada vuelta de ideologías viejas y violentas. Nadie sabemos qué hacer, o incluso si es correcto hacer algo. No encontramos respuestas por que tampoco insistimos mucho en las preguntas. O lo que es peor, no sabemos juntarnos para preguntarnos todos y escucharnos en la búsqueda de respuestas.
Juntarse no es revolverse, no es fusionarse, no es restar sino sumar. Algunos no se juntan para no perder identidad y otros no se junta para (dicen) no contaminarse de “otros sabores”, pero mientras tanto la sociedad sigue esperando soluciones. La que en cambio vemos son apariciones esporádicas de políticos sobre los que la sociedad cree cada vez menos y así es imposible formar un equipo capaz, un grupo social con potencia y capacidad de reacción.