Somos muy pocas las personas activas; como para estar peleadas


Comentaba sabiamente Iñaki Gabilondo en su último libro que en España hay un millón de personas que mueven hilos, leen o van al cine, compran revistas o acuden al teatro, se apuntan a una ONG o son activamente críticos. 

Un millón de activos, nos guste o no, nos parezcan muchos o pocos. 

Un millón y no hay más los que pueden leer esto, los que escriben, los que van de restaurantes o exposiciones, los que se quejan o ayudan, los que viven. 

El resto sobrevive a duras penas y conlleva la mochila encima sin más solicitud que ir pasando. Es bueno saber el número, que es el que realmente mueve a España hacia un lado o hacia otro. En Zaragoza nos tocan 20.000.

Es simplificar esto a límites crudos, pero es lo que hay y es bueno saberlo. Somos 20.000 en mi ciudad, un millón en España, tú y yo entre ellos, que vivimos, que no nos conformamos con sobrevivir solo. 

Que siempre estamos insistiendo en que tenemos que ser más, que hay que hacer más actividades, que hay que…, pero si solo somos un millón.

La inmensa mayoría de la gente no puede engancharse ya a esta vida de ¿lujo? que tenemos tú y yo, a esta posibilidad de disfrutar de todo lo que nos rodea, de conocer las modernidades que ellos escuchan, de participar y de modificar, de interactuar y saber ver. 

Sí, es un lujo poder diferenciar un buen libro de un panfleto, de lograr un movimiento interior mientras vemos un cuadro o escuchamos una música, de saber disfrutar de una conferencia o de una tarde aprendiendo algo nuevo. 

A mi me parecen pocos, pero si lo pienso más de cerca, si me bajo a la calle y me pongo a contar, me salen incluso menos, debo moverme en círculos flojos, sí. 

De momento agradezco al que se ha puesto a contarnos en que me haya incluido, el que te haya incluido a ti. Pero somos pocos.