La cantidad
que España necesita para salir de las tinieblas es variable según el día, el
interlocutor y el aire que corre. Poco serio, en espera de los datos que nos
digan los expertos extranjeros. Esto de tener que traer a gente de fuera para
que nos miren las alfombras por debajo no es tampoco serio. Quien tiene la
responsabilidad legal de saberlo son los gestores españoles de los bancos y no
los invitados serios y de negro que nos vienen de fuera a creerse la verdad.
Se habla de
entre 40.000 y 100.000 millones de ayuda. Mucha pasta como para no saber cuanto
es lo que se necesita. Mucha diferencia como par que no se sepa y se deje
incluso por parte del Presidente, en manos de los señores “de fuera”.
Cuando
hablamos de lo que necesitamos parece que se nos olvida que no es un regalo,
que a lo sumo y si nos portamos bien, es un préstamo. Un dinero que tendremos
que devolver con intereses y con unas cláusulas como las de cualquier otro tipo
de préstamo. Hay pues que pensar en los sacrificios y en los años que tendrán
que durar. No vale pensar en cambios políticos si antes no asumimos que hay que
pagar lo que se debe. Eso o inventarnos alguna otra manera de entender la
economía política, que las hay, pero faltan arrestos. Y no me estoy refiriendo
a no pagar lo que se debe, a no ser serios con los que nos ayudan cuando lo
necesitamos.
La situación
es crítica aunque no se note. Es crítica por que supone separarse de la Europa
de verdad. No es lo mismo ser de los que prestan que de los prestados; de los
que mandan o de los que tienen que obedecer; de los que empujan o de los que
son remolcados. España se juega el futuro de una década y como es lógico
también el de los españoles. ¿He dicho una década?, bueno es una década si a la
vez que vamos pagando vamos avanzando y construyendo una sociedad productiva
nueva y diferente, si somos capaces de entender lo que hay que hacer para no
volver a equivocarnos, si creemos en la educación y en el respeto hacia la
excelencia, si dejamos de ser unos jetas sociales que sabemos más de trucos que
de soluciones reales.
Yo, que en
algunas ocasiones he visitado Alemania y he trabajado con alemanes allí y aquí,
hago ahora un ejercicio complicado pero ilustrativo si me sale bien. A cada
nota, información o susto, me dirijo mentalmente a la pregunta siguiente: ¿Qué
pensarían los alemanes (con los que yo he colaborado) si supieran esto?, las
respuestas casi siempre son muy duras.