Hoy España ha
sufrido lo que intentó evitar Zapatero y consiguió en su mandato y que ha
intentado que nunca sucediera un Rajoy en estos meses, que tras la mala gestión
del asunto Bankia estaba obligado a rectificar y casi suplicar.
Hoy es
domingo, un día malo, un momento de repensar prioridades, de parar la pelota y
ponernos todos a pensar con seriedad sobe un asunto grave para nuestro país. No
es bueno nunca que a un país le intervengan en sus decisiones económicas, no lo
es para una empresa que tenga que recurrir a líneas abiertas de crédito para
poder pagar deudas. Esta figura financiera está pensada en un principio para
resolver tensiones de tesorería muy puntuales, nunca para disfrazarlas de créditos,
y eso es lo que España ha realizado.
Efectivamente
se nos ha abierto como ha dicho Rajoy una línea de crédito de 100.000 millones
para usar a la carta y cubrir agujeros de mala gestión. Viene esa enorme
cantidad a cubrir vacíos contables, dinero que falta de verdad. Es decir hay
que devolver y además pagar los intereses y además cubrir con fondos propios
que se vayan creando el hueco. No estamos a cero, estamos a menos 50.000
millones, a menos 100.000 millones. Con la ayuda estaremos a cero, pero
deberemos 100.000 millones más y sumaremos otra carga financiera.
Quien piense
que esto lo pueden pagar unas empresas privadas llamadas bancos, por arte de
magia se equivoca. Los socios de estos bancos, que serán los primeros que
perderán sus activos, dejarán de remar en la dirección de volverlas a poner, lo
que llevará a nacionalizaciones, a ventas a otros socios “de esa nada” y a
pagar la diferencia entre todos. Lo complicado es asumir que para educación no
hay dinero, que para jubilaciones hay que asustar, que para sanidad hay que
repagar los servicios. Pero en cambio para las malas gestiones de los banqueros
ni tan siquiera los llevamos a declarar para que se expliquen.
La política
está perdiendo toda la credibilidad y eso también pasará factura en breves
tiempos, fracturando la sociedad tras los dramas económicos.