Durante décadas (o siglos) nos han hecho creer que los Estados, las Naciones, las instituciones, los Gobiernos, las sociedades, eran los objetivos importantes, las metas que debíamos cuidar y mimar para ser todos más felices y capaces. Nos han convencido que trabajar la política para las personas era pensar en individualismo, en egoísmo, en inutilidad social incluso. Nos mentían.
Lo importante somos las personas, los problemas de los que tienen problemas, edificar soluciones mejores para los ciudadanos. Menos puentes ostentosos, menos edificios de diseño y más cultura básica, más felicidad, menos dominar a las personas y más libertad, menos coches importados y más escuelas, menos comidas carísimas y más reuniones efectivas.
Toca empezar a pensar en el individuo pues es tanto como pensar en todos.