Agradezco que hayan acabado los encierros de San Fermín, pues lo de levantarse todas las mañanas a las 7,30 es un palo para una persona tan mayor como yo. Todo hay que decirlo. Me encantaba madrugar pero desde que descubrí que uno se pude ir a la cama a las 2 de la mañana y levantarse a las 9, he descubierto otra posibilidad a la vida.
Durante muchos años me levantaba a las 5,15 para entrar a trabajar a las 6. Una hora que muchas personas tienen que emplear para lo mismo que yo hacía ganarse el coscurro. Ahora para compensar hago casi lo contrario y recuerdo aquellos años en los que a las 5,30 nos juntábamos en una cafetería a desayunar con los últimos de la noche y los primeros del día. Entre prostitutas, borrachingas y trabajadores de turno formábamos una mezcla compleja de entender. Los había muy despiertos y muy dormidos, los que olíamos a colonia y los que olían a “otras” cosas. Los que nacían con el día y los que se caían de todo.
Los que tomábamos café con leche o cortado y los que seguían apurando una copa de revuelto o de cazalla. ¡Qué años! Os dejo la receta del revuelto.