Hoy voy de boda. Hacía una década y media que no acudía a estas fiestas carísimas y los tiempos no han pasado de manera gratuita. Hoy somos más pobres pero disimularemos con la barra libre. Durante un rato y con la ayuda de dios, nos creeremos que una boda es el sumun de la fiesta privada y mañana para desconsolarnos compraremos al periódico para seguir con el mono del dolor económico.
Veo que en Pamplona siguen con su manía de tirar el vino por encima de las camisetas, con lo caro que es el vino con gaseosa aunque sea a granel. En pocas semanas ya no podremos comprar vino. Cuando seamos alemanes o finlandeses nos prohibirán tirar el vino por las camisetas por despilfarro. No sé si nos dejarán elegir cuando dejemos de ser españoles, yo casi preferiría ser francés, por lo de los quesos y su gastronomía, que los arenques alemanes cansan cuando te han comido más de seis y el frío de Finlandia es molesto.
Me dicen que en Pamplona, al menos, han prohibido tirarse huevos y harina, lo que es un detalle con la crisis. Son los recortes, creo, aunque más bien me parece que es la guarrada elevada al cubo, que la intentan controlar con sabiduría. Lo dicho, en pocos meses nos prohibirán los pantalones cortos, enseñar las tetas en la playa y comer con los dedos. Es lo que tiene ser finlandeses.