Ayer escuché por unos instantes a los jetas de Marbella en su juicio llorando por haber robado (presuntamente, oiga, que soy muy mirado con los miedos) y dando pena de la de verdad. Casi me convencen tras limpiarme las lágrimas por contagio. Yo entiendo que para cagar, nada como hacerlo a la sombra de un Miró. Que para salir a mirar al campo, nada como tener varios caballos de raza esperando a que les toques el culo. Que para fardar nada como liarse con una rancia cantante con blancos dientes. Pero joder, no sé, pena, pena, la justa ¿no?
Lo cierto es que no se está tan bien en la cárcel si se ha tenido whisky de reserva en el cajón de le mesa o si se duerme en los cajeros automáticos. Un separado de la sociedad que tiene que dormir en un cajero sobre cartones, incluso agradece que le den sopa caliente todas la noches. A un tipo que fardaba de follar con quien quería y de comer en los mejores restaurantes, le jode tener un calendario de Pirelli junto a la cama.
Se les olvida que tras hacerse millonarios por cambiar un texto de los que firmaban, un milímetro la línea de recalificación y por recibir a los que venían con maletines que se olvidaban bajo su mesa, fueron tan tontos que les gustaba fardar en exceso y se les notó que eran bobos de culo. Por eso irán a la cárcel; por tontos aunque ellos no se den cuenta.