Recibo una
nota desde Chile sobre como nos ven desde allí a España, en estos momentos en
que ni nosotros nos vemos. Quien te ha visto y quien te ve, España. ¿Seguimos sabiendo
sonreír?
Hoy, hablando
con cuatro amigos, el más osado y desconocido me ha preguntado por cómo entiendo
el momento actual. Era el que menos me conocía y por eso ha osado inquirir
opinión delante de unas cervezas. Era una declaración de un buen rato de
charla, no soy de los de poca habladuría, buena charla pero pesada con mucho
respeto. Lo curioso es que cuando acorralo con las visiones, planteando datos e
informaciones de medios diversos, flojean los diálogos y se rinden por miedo.
No se rinden por mi impertinencia en hacerles saber que las cosas están
jodidas, que también afecta, sino sobre todo por que no quieren seguir
escuchando más, las pocas soluciones que tenemos, los miedos, los temores a lo
que nadie sabe qué será.
Nada hay peor
cuando están mal las cosas, que insistir sobre ello y no poder ofrecer
soluciones claras. Te señalan como aguafiestas, cenizo, pesimista, plasta. Y
cambiamos hacia la cerveza o hacia los hijos o hacia la educación en general en
este caso. Eran maestros, maravillosa palabra.
Si escondemos
la cabeza nos hundiremos más. Sigo creyendo que o remamos juntos o no saldremos
bien, y para ello lo primero es saber donde estamos, qué somos ahora, qué tipo
de mochilas podemos escoger para navegar.