El crecimiento económico, como tal, es una de las ramas de la economía que intenta explicar a qué se debe que unos países (o incluso regiones) crezcan más que otras, fijándose siempre en el largo plazo (o en el muy largo plazo, incluyendo siglos de desarrollo e historia).
Desde luego, los economistas tampoco somos inmunes a la eterna pregunta (¿Por qué?) y, llevadas siempre un paso más allá (cosa casi siempre posible), las teorías se vuelven cada vez más difíciles de corroborar, pero más interesantes de analizar.
Solow comenzó explicando como el aumento del capital per cápita llevaba al crecimiento económico, y si bien diferentes y más modernas teorías (próximas al crecimiento económico moderno, con un peso importante en el capital humano y la innovación) hacen gala de seguir explicando y desentrañando todos los mecanismos y factores que amplían, profundizan o expanden el crecimiento económico, uno siempre puede preguntar, ¿y por qué?
Ya no nos preguntamos solo porqué una región pueda crecer más, cuya respuesta simplificada recaería en el potencial inversor y en los aumentos continuos de productividad que permiten expandir nuestra capacidad productiva en nuevos sectores o bienes. La pregunta ahora es: ¿Por qué unos países invierten más que otros?
Acemoglu es uno de los más reconocidos autores en destacar a las instituciones como base y motor del crecimiento económico, al dotar de un marco estable e incentivador social de las inversiones y del crecimiento económico. No está solo, aunque también hay posturas contrarias. Recuerden que todo afecta pero que, en la búsqueda del santo grial del crecimiento, buscamos aquellos factores que “más” afecten.
En el siglo XIX se produjo uno de esos interesantes cambios en la estructura económica del mundo. Los países que tenían las mayores tasas de urbanización (y, por ende, el mayor grado de desarrollo económico) se estancaron, mientras que los países menos avanzados les superaron a mediados de siglo y empezaron a crecer a ritmos muy superiores. Probablemente la respuesta que indique cual fue el motor de ese crecimiento esté dada, pero, ¿por qué justamente esos países y no otros? ¿Por qué lo más urbanizados se quedaron atrás?
La respuesta, según Acemoglu, está en las instituciones. Mientras unos países impusieron unas instituciones que defendían los derechos de libertad a la vez que democratizaban la política y alejaban el poder de unas pocas manos, otros (los que se estancaron) hicieron justo lo contrario. Lo más curioso de todo es que las diferentes instituciones no fueron impuestas de manera aleatoria entre países. Fueron, como vemos en el gráfico, las regiones menos desarrolladas las que mejores instituciones, más libres y democráticas, instauraron. De nuevo: ¿Por qué?
La respuesta entra dentro de la lógica de los que iniciaron el proceso colonial. Pongamos dos casos extremos. Tienes un asentamiento muy poblado (urbanizado), derivado de los recursos que allí se encuentran (la geografía, en los primeros procesos del crecimiento económico importa bastante), con una masa poblacional más rica que la media del entorno. ¿Qué haces? Entras intentando dominar el cotarro y apoderarte del monopolio de la extracción de minerales para enviarlos de vuelta, por ejemplo, a España.
Por otro lado, tienes un gran espacio de tierra, con poco desarrollo (aunque existente), poca urbanización, aparentemente poco potencial extractivo o de imposición. ¿Qué haces? Es un buen lugar donde poder hacer tus propios asentamientos. La proporción de europeos es, por tanto, mayor, y su demanda por un trato igual hace necesario una mayor democratización, así como la creación de unas instituciones que favorezcan y protejan el trabajo y la inversión.
Así, las regiones más desarrolladas fueron las que más atrajeron a los colonizadores que, en un simple afán extractivo, succionaron todo su potencial, estancándolas. Las regiones menos desarrolladas, en cambio, pudieron generar las instituciones necesarias que actuarían como caldo de cultivo para que, una vez empezada la industrialización, donde las instituciones y la motivación por el desarrollo productivo tuvieran un mayor impacto en el propio crecimiento económico, despegaran.
Estoy seguro de que el nuevo libro de Acemoglu, Robinson y García Madera, “Por qué fracasan los países: Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza”, ahondará en el mismo tema: Como las correctas instituciones son la base de un crecimiento estable, moderno y próspero. Si les interesa el tema, el día 11 lo ponen a la venta. Miguel Puente Ajovin Caótica Economía