En plana batalla económica, en el candor de la guerra moderna que invade a Europa, las malas noticias sobre España nos amargan el otoño, como ya preveíamos. El Gobierno de España no quiere hablar para no equivocarse, lo que nos lleva a la sospechosa realidad de que tampoco quiere actuar por lo mismo.
La guerra se practica en España, contra España y con el silencio de España que parece haber perdido toda su capacidad para ser algo. Ahora que España parece romperse por el este, nos estamos dando cuenta de que en realidad ya no somos nada, que incluso el FMI o el Banco de Europa se pelean entre ellos para decidir qué tenemos que hacer con esta "nada".
Mientras en algunos parlamentos europeos se tiene que votar si se ayuda a España, en España no se tiene que votar si necesitamos esa que parece temible ayuda.
Las personas de la calle no entienden nada. Si es de verdad una ayuda, incluso un rescate, suena a bonito, las ayudas siempre son positivas, deberíamos aceptarlas ¿no?, excepto que en realidad no sea una ayuda sino una hipoteca más, otra pérdida de capacidad, un solapado empobrecimiento para convertirnos más en los criados y esclavos de los que tienen el dinero.
Efectivamente lo tienen entre otros motivos por que se lo damos en intereses los que debemos mucho, ante el convencimiento de los prestamistas de que en cualquier momento dejaremos de pagar.
Curiosamente, España parece funcionar como si no tuviera crisis, excepto si miramos las estadísticas. ¿Quien inventó las estadísticas, que solo sirven para fastidiarnos? Pero estos datos nos enseñan dos cosas. Una: estamos en realidad en una crisis muy profunda aunque no se note mucho. Y dos: ¿cómo estaremos en el corto plazo en cuanto se acaben los pocos ahorros que nos ayudan a disimular?