Un 16% de los españoles toman tranquilizantes o medicaciones antidepresivas, una cifra alta comparada con los países europeos o americanos. Un cifra controlada que habría que sumarse al de las personas que toman alguna ayuda tranquilizante de productos naturales o por consejos de farmacéuticos amigos. Sin receta es (casi) imposible comprarlos, si hablamos de los productos considerados para tratamiento psiquiátrico.
Pero el bajo tratamiento psicológico en España, afecta sobre todo a los jóvenes, más proclives a no solicitar ayuda ante sus problemas y caer en las trampas del alcohol y las drogas de todo tipo. Otros problemas añadidos.
Este tipo de psicofármacos se toman en mayor volumen entre mujeres, desempleados y en personas con un nivel educativo bajo. Pero el número de personas que toman alguna ayuda para conciliar el sueño, el estrés o la ansiedad es bastante superior, llegando según se estima hasta más de un 30% de personas que toman con alguna regularidad ciertos tipos de fármacos psíquicos.
Las industrias farmacéuticas saben muy bien crear soluciones a “su” medida para las enfermedades que más consumen sus productos, basándose en criterios de rentabilidad, más que en criterios de curación. Es como si las depresiones no se pudieran curar nunca, y siempre obligaran a estar los enfermos atados a las clásicas pastillas que van perdiendo su eficacia según va pasando el tiempo del tratamiento. Buscan clientes fieles que nunca se curen pero que tampoco se mueran, para tenerlos como clientes eternos.