El número de parejas que se rompen aumenta cada año, y lo vemos como una decisión normal e inevitable, incluso positiva. Pero detrás quedan rotas muchas más cosas que una relación. Se rompe sobre todo un proyecto de vida, unos años de convivencia, una familia con todo lo que esto supone. Y en muchos casos se rompe por nada, para nada, sin recambios mejores, sin futuros que resulten a priori más beneficioso para las partes. ¿Qué sucede para que se acabe el amor, el respeto, el deseo, la relación correcta entre adultos?
Cuando una pareja, con el tiempo, pasa de la fase de enamoramiento a la de la convivencia, lo que creíamos que era nuestra pareja para toda la vida se puede volver en la más pesada carga vital. Las relaciones cambian y se deterioran. Las relaciones de pareja son ahora más complicadas que en el siglo pasado, «porque ahora los dos miembros buscan la felicidad mientras que, anteriormente, el matrimonio era para toda la vida y la felicidad no era un objetivo».
Es cierto que ha cambiado mucho y para bien la posición de la mujer en el seno de la familia, pero sobre todo ha cambiado y también mucho, nuestra capacidad de querer encontrar la felicidad, muchas veces confundiendo la meta con el camino, sin darnos cuenta de que nosotros mismos somos los responsables de no saber encontrar la felicidad. Con independencia de con quien estemos.
Sin duda hay muchos casos de errores a la hora de elegir persona de convivencia, errores que hay que resolver. Nada y menos un error debe ser para toda la vida. Pero muchas veces no son errores de decisión, sino pequeños errores que se van enquistando creando falsas expectativas de mejora si abandonamos la vida que ya tenemos.
José Antonio Marina, profesor y filósofo, acaba de publicar el libro «Escuela de Parejas» y asegura que para que una pareja consiga llevarse mejor es necesario, en primer lugar, cambiar el discurso amoroso. «Los dos deben plantearse qué esperan de la relación y llegar a una conclusión común. Siempre ha habido la creencia de que cuando una pareja se casaba había dos matrimonios porque lo que esperaba cada uno era distinto. Si no hay una puesta en común, habrá decepciones». Añade el profesor que, según los estudios, tres cuartas partes de los trámites de divorcio los inicia la mujer porque está decepcionada ante las expectativas que tenía y, cuando se lo comunica al hombre, éste se queda sorprendido porque él no suele echar en falta nada».
Otra de las claves esenciales para el buen funcionamiento de la relación es que exista una comunicación fluida. «Las estadísticas dicen que casi el 85% de las parejas en Estados Unidos se quejan de que algo no funciona a este respecto: o no hablan, o no hablan de ciertas cosas, o no se entienden. Es un problema muy importante y la lástima es que no se le de solución porque está al alcance de todos los bolsillos. La comunicación puede manifestarse con gestos, caricias, palabras..».
José Antonio Marina recalca también que es muy positivo que la pareja dedique una semana a fijarse en las cosas positivas del otro u otra. Asegura que los estudios demuestran que el 70% de las parejas que lo practican mejoran su relación al cabo de siete días. «Es un efecto lógico —asegura—, puesto que cuando entre dos personas se rompe la conexión emocional se empieza a percibir solo lo malo y desagradable, y es necesario hacer un ejercicio de reflexión para volver a apreciar los aspectos positivos».
En el momento en que hay un mayor deterioro de la relación, hay que tener mucho cuidado con los descalificativos «y hay que medir muy bien lo que se dice en los momentos de tensión, porque se pueden decir cosas que no se piensan o que después nos hagan arrepentirnos. Lo que está claro es que la magnitud de lo que se dice demuestra el estado de ánimo de una relación».
Una de sus mejores recomendaciones es la de volver a recordar qué hacían de novios. Asegura que en la primera fase de la relación se dan muchos premios: uno se fija más en el otro, se conceden halagos, buenos sentimientos, se tienen detalles, más caricias, mayor apoyo, actividad sexual... Son cosas que con el tiempo se van dejando de hacer y demostrar. «El amor es un deseo que va acompañado de sentimientos y dependiendo de cómo se mantengan —los sentimientos como la seguridad, el halago, la compañía...—, así irá la relación».
Lo que está claro, según afirma José Antonio Marina, es que «somos torpes con el amor» porque si todo el mundo sabe de las dificultades de la convivencia «¿por qué no somos capaces de resolverlas para poder ser felices en una relación duradera?»