El drama de los recortes contra los más débiles se mueve a
golpe de suicidios. Sucedió en Grecia, ahora sucede en España, y demuestra que
los políticos solo saben gestionar si se les suman los cadáveres encima de su
mesa mental.
Un muerto es un problema sin solución. Excepto para
alcaldesas atontadas por los asesores. Ahora Mariano quiere resolver —llamando
antes a Rubalcaba— el asunto de los desahucios, cuando los vecinos de los
barrios llevan apoyando contra la policía, meses de peleas duras para que no se
hunda del todo la poca moral que tenemos los pobres.
Siempre vamos detrás de los muertos. Pero no nos
acostumbremos, que al final los que gestionan se acostumbran al número y lo que
hoy un solo cadáver es capaz de mover, mañana serán necesarios tres y en unos meses
una docena. Hemos creído casi todos que el hambre es una cuestión de números de
porcentajes, de suerte, de vagos alejados de un sistema de vida común. Es
mentira, el hambre nos inunda ya a todos. También a los que tenemos par comer
más que suficiente. El problema nos pertenece.
El número de desempleados es brutal. El de desempleados que
no cobran dramático. El de desempleados mayores de 50 años que ya nunca
volverán a trabajar un asunto incluso peligroso. Pero seguimos teniendo a una
Ministra del Empleo que sabe sonreír como ninguna, que siempre pone cara de
artista de cine malo, para explicar sus brotes verdes. Hoy me he enterado de
qué deben ser esos brotes verdes que ella ve y nadie más huele, pero yo pensaba
que estaban casi prohibidos.
Mariano está perdido, como escondido entre problemas que no
entiende. Él se pensaba que tendría la confianza de “los suyos”, es decir,
banqueros, europeos, empresarios, Opus y monsergas. Y al final se ha dado
cuenta que “esos” solo son de quien les entregue beneficios fáciles. Nadie es
más enemigo de los banqueros y empresarios jetas que un inspector de Hacienda
con cara de simpático. Nunca se fían de él.