Hablo por teléfono con un viejo amigo tras abandonar parte de sus trabajos políticos y lo veo ilusionado con sus nuevos estudios, elegidos a cambio de sus tareas voluntarias en una organización política. Es la desafección elevada a los mandos intermedios.
Ha salido ganando con el cambio y se lo sigo por que se le nota en el tono vital, su decisión le facilita mejorar en su empleo público e incluso estar más con su familia. Es joven con sus 41 años, y gastado de sus trabajos sociales, que no descarta recuperar cuando se vacíe de la sensación de no haber servido para nada sus años políticos.
Todos tenemos derecho a dimitir, a sentirnos mal tratados cuando lo que hacemos nadie lo valora o entiende, a notar como la sociedad odia a los políticos y por ello decidir que toca abandonar de hacer y gratis lo que nadie entiende. Si todos los que rozamos la política desde puestos responsables voluntarios, dimitiéramos, podrían pasar dos cosas.
O que todo podría funcionar mejor sin nosotros.
O que todo empezara a dejar de funcionar pues nadie haría los trabajos pequeños pero impertinentes.
No sería mala idea probar a ver qué sucede ¿no?