Son la “Generación Clubber”, la generación de los
discotequeros, de los jóvenes nocturnos que viven mientras sus padres duermen e incluso descansan.
¿Cuánta responsabilidad tenemos los padres?
¿Cuánta responsabilidad tenemos los padres?
Son jóvenes o incluso casi niños, pero se divierten más que como adultos
en fiestas que comienzan a las 11 de la noche y no se sabe cuando terminan pero
siempre de día, con el permiso de sus padres, sin horarios para volver a casa,
con dinero que les dan sus progenitores y sin obligaciones laborales que
cumplir. Negocios muchas veces sin control, que acogen a nuestros hijos en unas horas en las que todos los gatos son pardos.
Termina de arreglarse cuando sus padres se sientan ante la
televisión a ver la película de la noche, cogen la paga de la semana que
siempre les parece poca, y se van a la calle en donde les esperan sus amigos.
Compran bebida para hacer un «botellón» en la calle o parques antes de meterse
en una discoteca grande o pequeña donde permanecerán hasta que el cuerpo
aguante. Quizás alguno lleve encima sustancias estupefacientes. Quizás
continúen la jarana en un «after-hour» cuando les cierren los locales de música
a las seis de la mañana. Empiezan los jueves y están hasta los domingos por la
mañana. Después duermen todo el domingo, para reencontrarse con el
aburrimiento.
Los responsables somos los adultos. Les damos la libertad,
el dinero, el hogar, la permisividad de que el trabajo no es fundamental, que
la disciplina es algo viejo, que se puede jugar con el alcohol cuando no con
otras sustancias sin peligro, y que casi todo vale. Se intercambian fiestas,
lugares de reunión y permisividad, músicas artificiales. No les importa la
limpieza, la seguridad, la pelea, el abuso en los precios, los peligros. Viven
al día y solo les importa disfrutar con gentes de sus edades, de sus mismos
gustos. Como no se respetan caen en el maltrato, no tanto entre distintos sexos
como entre personas del mismo sexo. Los padres son los enemigos, si acaso los
necesarios vehículos para tener cama y dinero. Lo curioso es que los padres
creen controlar bien a sus hijos y aceptan de buen grado este sistema, pensando
que es inevitable y que no hay otro. Pero nunca aceptan que somos los adultos
los que lo creamos y alimentamos para ellos.
Creemos saber donde están, a qué se dedican, con quien
están, quienes son sus amistades, cómo visten en esos lugares, qué toman, qué
dinero tiene. Y nos basamos para ello en dos conceptos absurdos. Que les damos
la paga semanal y que los podemos llamar al teléfono móvil siempre que
queramos. Jope.
Efectivamente ni mucho menos todos los jóvenes son así,
faltaría más. Pero si una minoría casi mayoritaria, que aumenta y que
representan un número tan elevado que ya son un síntoma de nuestra sociedad
actual.