A mi de los blog lo que más me gusta es crearlos, buscar un título que todavía esté sin pillar, diseñarlos y darles vida, empezar a ver las primeras visitas, crear las entradas primeras y ver como van creciendo.
Luego, cuando ya se van haciendo mayores, como no han triunfado, me da por matarlos, por cogerles asco y dejarlos que se mueran ellos solos al sol del verano. De joven con mis 14 años, recogía junto a un amigo cadáveres de ranas que se quedaban secas al sol de agosto en las barandillas de la vía del tren de mi barrio. El calor les podía y allí se momificaban siempre mirando en dirección al tren.
Eran ranas perfectas, muertas y vacías. No pesaban nada pero se mantenían en su lugar por un extraño y ligero pegamento de sus patitas también vacías, que las sujetaban al cemento.
No tengo ni idea de en qué se parece un blog a una rana seca, pero una cosa me ha llevado a la otra. Así voy edificando los blog, nacen para una cosa y se mueren por ser otra. Por eso no triunfa ninguno.
La culpa no es mía, debe ser de las ranas que se están vengando de que no las dejara reposar sobre el cemento. Mi duda es saber si las primeras lluvias del otoño las lograban hacer resucitar, al volver a tener humedad en su cuerpo. Nunca lo llegué a saber pues en otoño ya hace frío para estar paseando por las vías de los trenes.
Tengo un blog que hace varios meses que no le doy entradas nuevas, pro el puñetero me entrega todos los días casi dos centenares de visitas. Ya no sé qué hacerle para que se me muera. Igual lo levo hasta la vía del tren, pero ahora está lloviendo.