Vengo de una triste visita por el pequeño rastro y llego a casa lleno de la incertidumbre más sencilla. ¿Es posible tanta basura, ordenada sobre el suelo por colores, formas o tamaños, para intentar venderla? ¿es posible que los propios despojos de otras vidas humanas no puedan decir nada? ¿no deberíamos enterrar o quemar los despojos que sostuvieron la vida de los que fallecen llenos de mercancías?
La basura también tiene derecho a descansar en paz, a dejarla morir con la calma que necesita. Revolver hasta ordenarla incluso con la violencia de la calma, como si se tratara de sopa de cocido, no son formas para lo que ya está muerto.
Yo creo en los libros, pero puestos en estanterías o a lo sumo sobre mesas con el lomo de canto para ver el título. Cuando los veo tirados sobre el montón, estorbándose unos a los otros por salir, mezclados los colores como si de calcetines usados se tratara, me entra pena. Alguien hace muchos años los compró por interés, incluso es posible que los leyera, y ahora yacen en el montón en espera de ser revueltos que casi nunca devueltos.
¿Cuántas veces han venido de mañana hasta el rastro, en busca de una adopción que los devuelva a una estantería de madera?
Como es lógico suponer el primer comprador ya está dormido en los laureles. Snif. El próximo está por venir, para morirse con ellos otra vez más.