Me tienen que
entrevistar en un programa en donde deberé opinar sobre lo humano y lo divino,
y sobre la política en concreto, faltaría más. En este programa semanal, la
anterior persona entrevistada me deja una pregunta para que yo inicie la
entrevista respondiendo a su tema. Y como buena amiga, la persona entrevistada esta
semana, antes de dejar su pregunta secreta para mi intervención, me ha llamado
para preguntarme sobre qué quiero responder.
Como también
es lógico por mi parte, le he respondido que nada me haría más ilusión que una
pregunta secreta, una pregunta complicada para tener que improvisar sobre la
marcha. Agradeciendo su interés en ponérmelo sencillo, aunque mi deseo es bien otro, para darle salsa a la tarde.
En un
programa sencillo, no tendré la audiencia de miedo que me pueda asustar, así
que creo lo mejor debe ser disfrutar con el riesgo de la improvisación, y todo
hay que decirlo, una manera de probarme a mi mismo.
Creo que las
entrevistas deben ser muy poco dirigidas, deben afianzarse sobre la profesionalidad
(la que tenga cada programa y cada persona) de quien hace el trabajo
periodístico, con sus errores humanos y sus debilidades. Quien nos escucha debe
sentir y saber el riesgo, saber que quien responde se puede equivocar pues no
todo está previsto, preparado.
Yo soy un “pegotito
chiquitín”, nada de nada. Pero lo que me gustaría exigir a todos, creo que debo
exigírmelo a mi, sabiendo que soy el m
ás débil de todos,
por mi falta de tablas. Así que prefiero jugar al riesgo pequeño.