Estamos (en España) dentro de un periodo provocado de (casi un intento de) deflación, en un proceso de devaluación de la moneda sin poderlo hacer directamente al pertenecer al euro. El intento del Gobierno para poder mejorar la economía es conseguir que se devalúe el valor de esta, sin poder devaluar la moneda nacional, pues no es posible hacerlo solo para España.
El mecanismo parece sencillo pero a su vez es muy complejo y lento. Por una parte se rebajan los salarios a través de medidas directas e indirectas como pérdida de la paga de Navidad, no tener en cuenta el IPC para las pensiones, impedir que funcionen los convenios colectivos con revalorizaciones automáticas, bajada real de sueldo de funcionarios, etc. y por otra parte se confía en los mercados, para que al bajar el consumo por haber menos dinero en circulación se tengan que bajar los precios tanto de los productores primero como de los comerciantes después.
La deflación pura es complicada de aceptar, es negativa y por eso se juega con las economías públicas para evitarla. El sistema más sencillo es controlar el precio de los carburantes, aunque no siempre da el resultado apetecible o incluso al depender de tensiones externas no se puede controlar o manipular, lo que apetezca decir. La realidad es “manipular”. Se juega pues con bajada de precios interiores, pero no llegar a la deflación real.
Por otra parte, lo que observamos es que el IPC sigue subiendo, lo que es cierto y falso. Todo a la vez.
Si pudiéramos realizar una devaluación de la moneda, asistiríamos a una bajada de ciertos precios, pero también al mantenimiento o incluso subida de otros productos. Los que produce España bajan con una devaluación, los que tenemos que comprar en mercados exteriores o se mantienen o incluso suben al poner los vendedores mayores controles ante un país con problemas. La suma sería un IPC con ligeras subidas pues no es fácil caer en deflación.
Con una devaluación real provocada deberíamos producir más barato y así poder vender mejor en mercados exteriores. Es decir, exportar más. Pero los mercados compradores también están en depresión y es muy complicado competir contra mercados imposibles, que venden tan barato que devaluar para competir con ellos se debería hacer hasta volúmenes imposibles de aceptar por todos nosotros.
Si analizamos el precio hora del trabajo en Marruecos, Brasil, India, Pakistán, China o Rumanía nos damos cuenta que es imposible alcanzar la competencia sin sufrir lo que no imaginamos. Nuestras medidas tienen que ir hacia otras conclusiones.
Acudir a una devaluación falsa es lento, cabrea excesivamente, no se consiguen los resultados necesarios y es peligroso pues tensa la cuerda social en exceso para resultados escasos. Pero estamos dentro de este juego económico, con la suma de tener que ayudar a los bancos para que no se nos hunda el sistema, y la otra suma de responder de nuestras abultadísimas deudas con mercados y países que solo pretenden cobrar. Mal lo tenemos. Y mientras tanto seguimos con 6 millones de desempledos.