La mayor y mejor ayuda que puede recibir cualquier enfermo es tener compañía, no sentirse solo, saber que alguien le defiende, le informa, le acompaña.
Cuando estamos enfermos de verdad, cuando nuestra debilidad nos convierte en seres débiles, necesitamos más que nunca a alguien que simplemente esté allí, nos mire y sonría, nos sepa defender ante los que nos rodean, pueda preguntar ante las dudas que la enfermedad nos plantea y nos ayude a entender los procesos que nuestra vida está padeciendo. Nuestra debilidad es sobre todo de seguridad, de no poder sentirnos libres para tomar decisiones, para entender los procesos.
Estar cerca, trasmitir calor humano, incluso desde el silencio, es la mejor medicina que puede recibir una persona débil. Pero incluso no es necesario una presencia física constante, pues el trabajo de cuidador destroza a cualquier persona sana; pero sí una presencia activa, un liderazgo de la enfermedad desde la otra persona.
Dicen que para entender esto, lo que hace un perro con su dueño es el mejor ejemplo. Simplemente estar cerca, pegado a veces, dando calor vital. Mirando.
Dicen que para entender esto, lo que hace un perro con su dueño es el mejor ejemplo. Simplemente estar cerca, pegado a veces, dando calor vital. Mirando.