Cualquier
enfermedad necesita —antes de ser tratada— un diagnóstico certero. No hay que
justificarse, no debemos callarnos todos, no hay que disimular; la corrupción
está en nuestros genes, la hemos hecho todos en la medida de lo posible.
Bueno, yo no.
Bueno, y tú
que eres mi lector tampoco.
Pero todos
los demás sí.
Empiezan con
el posit de la oficina. Luego los guantes si trabajas de enfermera o un
puñadito de cables si eres electricista. No pides factura, aceptas que las
horas extra te las paguen en un sobre, no cotizas por el lote de Navidad,
vendes parte de tu piso en negro, te cuelas en el baloncesto, bajas un par de
canciones, sabes tres direcciones para pillarte libros por internet y ves una
película que te ha dado un amigo desde el Emule. Poca cosa. Pero son trampas.
Si pasas de
enfermera a médico aceptas atender a tu primo entre horas y a darle unas
medicinas del cajón. Si eres jefe sabes lo que es intentar venderle algo al comercial
que sabe pone el cazo, sabes encontrar un buen asesor fiscal y llevarte en
negro algo más que tus operarios, que para eso eres jefe.
Pero eso si,
no admites nunca que las trampas estén en los genes de una sociedad enferma.
Recuerdo
siempre hace dos décadas en Dusseldorf, que nos juntamos en un laboratorio 6
personas para ver una demostración. Solo había 4 sillas y no permitían que
estuviéramos de pie. Así que su solución era hacerla dos veces. El español
lógico dijo que no era necesario, que él mismo iba al despacho de donde
procedíamos y cogía dos sillas que estaban vacías. Los alemanes se pusieron las
manos en la cabeza, aquello era imposible, las sillas dependían de otro
departamento aunque estuvieran a 5 metros de distancia. No les entendimos, ni
ellos nos entendían ante aquella trampa tan habitual. Al final llevamos dos
sillas de distinto color al laboratorio. Demostramos que éramos españoles.
Salimos convencidos de que ellos eran muy cerrados. Hoy recogemos los frutos de
ser los que mejor nos saltamos las normas y los que más entendemos de las
trampas que esconden todas las leyes.