He pasado
unos días en Madrid y la imagen recibida es muy triste al ver como ha crecido
el número de personas abandonadas, desechadas por las aceras del centro de la
ciudad, en comparación con las que había unos meses, y mucho más con años
atrás.
Digo tiradas, cuando podría añadir también el número creciente de
personas que viven de la calle, pero al menos estas se mantienen en pie
pidiendo o intentando vender alguna prenda o servicio. La situación es grave,
no hay duda, pero a su vez nos estamos acostumbrando a su visión.
Es normal ver
pequeñas habitaciones de cartón o incluso grandes maletas de transporte en
donde viven personas que incluso decoran en su exterior, en medio de las aceras
de Madrid.
Da la
sensación de que forman parte del paisaje, de las calles. El mismo domingo,
tras caer unas gotas, batallones de ciudadanos de India o Pakistán salieron a
vender paraguas como si de una situación nueva se tratara. Los trabajos casi
esclavos están repartidos por nacionalidades y cada grupo étnico se dedica a una
labor, en una España que hemos convertido en muy complicada.
Creo con
tristeza que la deuda, el déficit, las primas de riesgo o esas zarandajas de
noticias, no son el grave problema en España. Lo malo es que nos estamos
acostumbrando a sufrir, a mirar sin ver, a entender los dramas como forma de
naturalidad. Ya estamos asumiendo que somos más pobres que otros son todavía más
pobres que nosotros y eso nos da fuerza para continuar sin quejarnos.
No, no sé
cual es la solución. Yo no tengo que buscar soluciones, a lo sumo tengo que
quejarme. Pero entre todos no dedicamos el tiempo suficiente para intentar
encontrarla. Alguien con mando en plaza está muy equivocado y es su
responsabilidad.