Nadie duda de
que el agua es muy buena, el agua como bebida constante para limpiar el cuerpo
pero también para mantener las funciones más básicas del cuerpo humano. Nadie
duda tampoco que deberíamos beber más agua y que al menos en líquidos nos deberíamos
mover sobre los dos litros al día.
Tomas más
agua nos haría perder peso, nos beneficiaría en la piel, nos daría más energía,
ayuda al hígado, a los riñones o al estómago, regula incluso las funciones
cardíacas, elimina toxinas, nos reduce el cansancio y ayuda a todas las
funciones del cuerpo humano.
Pero esto que
es sabido, no es como para que pensemos que solo la aguas minerales son las
beneficiosas. En la inmensa mayoría de los casos, en la ciudades normales de la
inmensa mayoría de países del primer e incluso segundo mundo, el agua que sale
por el grifo es básicamente buena.
La manera de
engañarnos con el consumismo desaforado nos ha llevado a observar por nuestras
calles a personas que venían desde países con aguas públicas de complicada
calidad, y que en España seguían consumiendo agua embotellada, de manera
equivocada pues no es necesario. En España el agua es casi perfecta y sin duda
sanitariamente perfecta.
Es cierto que
en algunas ciudades el agua es dura y tomada en exceso puede perjudicar algunos
cuerpos que ya están enfermos. Pero si usted está sano no lo dude, puede tomar
agua del grifo sin temor a enfermar. Eso si, se le apetece tomar agua mineral, perfecto,
pero asegúrese que le embotellan lo que indican en la etiqueta, que el agua es
de verdad de la fuente que dicen impreso que es, y que no se siente engañado
por aguas de muy complicada procedencia.
Son mucho peor los productos que tomamos mezclados con las comidas que se compran envasadas, colorantes, aditivos, conservantes en frutas y verduras, añadidos a la alimentación animal, medicamentos mezclados con carnes y pescados, etc. que el agua saludable del grifo. Y nadie hace casi nada para evitarlos.
Son mucho peor los productos que tomamos mezclados con las comidas que se compran envasadas, colorantes, aditivos, conservantes en frutas y verduras, añadidos a la alimentación animal, medicamentos mezclados con carnes y pescados, etc. que el agua saludable del grifo. Y nadie hace casi nada para evitarlos.