Son tiempos fáciles para el lamento colectivo y personal, para los espíritus flojos, pues los tiempos son duros sin ninguna duda. Y precisamente por eso, por que la cantidad de lamentos nos invaden en exceso, tienen menos valor estos, sirven para mucho menos los lamentos.
Hay que estar despierto, atento, madrugador en cada día, emprendiendo nuevas ideas, construyendo e ilusionados. El mal de muchos solo es consuelo para los tontos.
Somos capaces de salir del agujero, pero sobre todo es necesario que seamos nosotros los que hagamos algo por salir del agujero. Nadie nos va a ayudar tanto como lo podemos hacer nosotros mismos. Es muy duro, el desaliento nos invade a poco que nos pongamos a pensar los por qué. No hay que hacer otra cosa que intentarlo, pelear por ser los mejores, estar optimista aunque suene a sarcasmo, estar fuerte aunque ya no tengamos fuerzas.
Saldremos de esta, saldrán algunos de esta situación. Y nosotros debemos estar entre ellos. Pero otros se hundirán definitivamente. Entre esos no debemos estar. Por ello hay que estar pendientes para demostrar que somos tan buenos como lo éramos antes, si no mucho mejores por haber empleado este tiempo de crisis en mejorarnos.
¿Hay algo más importante para hoy mismo, que intentar ser mejores de lo que éramos antes de entrar en crisis?