Todos conocemos a personas que tienen su vida resuelta, que ya no necesitan nada, no tienen problemas económicos, personales, de amor, de salud, de autoestima. Son felices y punto.
En cambio no se dedican a la contemplación sino a trabajar duramente por otros o por ellos. Dedican su vida a seguir peleando o por ayudar a otros, se implican y disfrutan con ello. Pero no simplemente disfrutan y se abandonan simplemente estando, no, le dedican pasión y ex fuerzo, se cansan, construyen, pelean, defienden con ardor su trabajo. Intentan crecer dentro de él.
Podríamos preguntarnos por qué, no necesitan ya demostrarse nada. No necesitan auparse ni beneficios materiales. Pero quieren más beneficios espirituales, sentirse mejor, sentirse más útiles. Demostrarse que su trabajo sirve. Todos podemos dedicarnos más a lo que hacemos. Simplemente necesitamos que nos guste lo que hacemos, que disfrutemos lo que es nuestra labor. Este es el truco. Tenemos que lograr que lo que tenemos que hacer nos guste. Así de sencillo si no tenemos la suerte de poder elegir. Todo es posible de ser ampliado con gusto, si así nos lo proponemos.