El economista francés casado con una aragonesa, René Passet
dice que es muy sencillo acabar con los paraísos fiscales y con las trampas
financieras. Y tiene razón con su sencillo sistema. Curioso que no seamos
capaces, que no queramos ser capaces.
P. ¿Qué piensa de la actual crisis?
R. Esta crisis no se puede arreglar sin una mutación. Antes
el petróleo movía el mundo, hoy es el turno de lo virtual y del I + D. Estamos
ya en esa mutación, pero la política todavía siente nostalgia del legado de
Thatcher y Reagan, y manda la lógica de las finanzas, que es la peor condena de
la humanidad.
Como le dijo un banquero a Tobin: “Mi más largo plazo, amigo, son diez minutos”. Cuando el valor supremo es el enriquecimiento rápido, la economía deja de ser un instrumento para la sociedad. El dinero que fluctúa gracias a la libre circulación de capitales se ha concentrado por encima de la cabeza de los Estados y hoy es un poder mucho más fuerte que la política.
Como le dijo un banquero a Tobin: “Mi más largo plazo, amigo, son diez minutos”. Cuando el valor supremo es el enriquecimiento rápido, la economía deja de ser un instrumento para la sociedad. El dinero que fluctúa gracias a la libre circulación de capitales se ha concentrado por encima de la cabeza de los Estados y hoy es un poder mucho más fuerte que la política.
R. Restablecer la primacía de la política sobre las finanzas.
Controlarlas y regularlas de nuevo. Ir al nudo gordiano y extirparlo. Un país
solo no puede. Hay que vigilar las finanzas y a la vez mirar hacia delante
inventando un proyecto nuevo. Hace falta que Europa diga “se acabó”. Cerrar los
paraísos fiscales, y traer el dinero de vuelta. Es facilísimo. Un juez amigo,
Jean de Maillard, tiene la solución: dejar de reconocer los actos jurídicos
firmados en esos países.
P. Pero los políticos no se atreven.
R. El problema es que las grandes empresas utilizan los
paraísos fiscales para pagar comisiones. Si se destapara eso de golpe, pondría
en riesgo miles de empleos. Por eso es importante que las listas de evasores
sean publicadas en la prensa. Igual que ellos usan Internet para transferir sus
fondos, nosotros tenemos que usar Internet para contarlo y acabar con ellos.
Eso es imparable y hace mucho daño a los países que no cooperan.
Cuando veamos los nombres de los defraudadores, entenderemos lo que pasa. El problema es que, cuando el dinero manda, todo parece moral. Tenemos que empezar por decirnos a nosotros mismos que es penoso que el único objetivo de la vida sea ganar mucho dinero. Lo más positivo de esta crisis es la toma de conciencia de la gente.
Cuando veamos los nombres de los defraudadores, entenderemos lo que pasa. El problema es que, cuando el dinero manda, todo parece moral. Tenemos que empezar por decirnos a nosotros mismos que es penoso que el único objetivo de la vida sea ganar mucho dinero. Lo más positivo de esta crisis es la toma de conciencia de la gente.
P. ¿Se está suicidando el capitalismo?
R. No hay un capitalismo, hay varios, o al menos adopta
formas diferentes. El comercial, el industrial, el financiero… El capitalismo
está mutando la sociedad y se está mutando a sí mismo. O inventa una nueva
forma, y esa es su fuerza —su creatividad—, o desaparecerá. Pero al punto en
que hemos llegado ya no podrá ser un verdadero capitalismo. Hace falta crear un
nuevo sistema económico, con valores humanos y que respete las leyes de la
naturaleza.
P. ¿Tiene esperanzas reales de cambio?
R. El análisis frío indica que estamos realmente mal. Desde
un punto de vista lógico, estamos jodidos. Nos hemos cargado la naturaleza y la
nanotecnología hará estragos. Pero la historia nunca sucede como uno espera. En
1940, De Gaulle se fue a Londres con unos locos, y al final ganaron los locos.
A menudo la Historia es así. Muchas veces ocurre lo improbable. Mire, cuando en 1967 llegué a vivir al extrarradio de París, había cientos de especies de pájaros distintas. Poco a poco, fueron desapareciendo. Pero ayer mismo, mi amigo petirrojo volvió a mi jardín.
A menudo la Historia es así. Muchas veces ocurre lo improbable. Mire, cuando en 1967 llegué a vivir al extrarradio de París, había cientos de especies de pájaros distintas. Poco a poco, fueron desapareciendo. Pero ayer mismo, mi amigo petirrojo volvió a mi jardín.