Antonio Miguel Carmona la ha pifiado con una declaraciones
desafortunadas. Tanto que su carrera política hacia la alcaldía de Madrid desde el PSOE madrileño se ha
acabado aquí. Es lo que tiene no haberse leído bien a Baltasar Gracián.
Es normal en política que ante un debate o una intervención
se tenga a consejeros, asesores o técnicos pendientes de mandarte mensajes al
teléfono, con aclaraciones o datos que el político interviniente no tiene claro
o con textos de incidencia para que quien habla no pierda el hilo y sea más
contundente. Es una técnica válida que ayuda a tener en cada momento los
elementos de contrarréplica más a manos. Pero de eso a decir que: “en mi
intervención sobre los ERE yo estaba teledirigido por José Antonio Griñán y por
Mario Jiménez, secretario de organización” va un gran tramo.
Sobre todo por que sobre los ERE hay mucho todavía que
escuchar y por que se esperaba de Carmona que fuera un líder político nuevo, no
atado a ser dirigido por los viejos políticos. Le tenían ganas desde dentro de
su propio partido y se están cobrando ahora el trofeo por ser colaborador muy
cercano de Tomás Gómez.