Una de las partes fundamentales de la nueva Geografía Económica es el análisis del marco de competencia imperfecta. En este artículo pretendo detallar los problemas que surgen en la relación entre el espacio y la competencia y cómo intentar solucionarlos. Extenso artículo para un blog, pero necesario por el asunto tratado.
Conviene recordar que este es el tercer artículo de la serie de Geografía Económica. En los siguientes enlaces podeis encontrar el primero, con una pequeña introducción, y el segundo, con un repaso histórico del espacio.
Hace mucho tiempo, en una galaxia muy competitiva…
Para que esta hipótesis tenga algo de sentido, tenemos que pensar en una economía con muchas, muchas empresas (todas ellas iguales) ofreciendo el mismo tipo de producto (de hecho, el mismo producto, homogéneo).
Además, como estamos en un mercado perfecto, tampoco va a haber barreras de entrada y salida, por lo que cualquiera podrá montarse su propia empresa sin problema.
En este contexto, las empresas acabarán poniendo un precio que iguale el coste de producir la última unidad producida (llamado coste marginal). Nadie pondría un precio mayor, porque nadie le compraría, y nadie pondría un precio menor, porque no le saldría rentable.
En un contexto donde el coste marginal es creciente con respecto a la cantidad producida (es decir, en un contexto de rendimiento decrecientes a escala, donde conforme aumenta el tamaño de producción el coste por unidad va aumentando), tendremos la conocida función de oferta ascendiente que, junto a la función de demanda descendiente (a menor precio consumiré más), tenemos la conocida ley de la oferta y la demanda con el equilibrio clásico.
Una de las consecuencias de este marco es que las empresas (por la libre entrada y salida de las mismas del mercado) no tendrán beneficios. Si los tuvieran se crearían más empresas para aprovecharse de estos, lo cual reduciría la cantidad que vende cada uno hasta el punto de igualar el beneficio al coste fijo de la instalación empresarial.
Sin embargo, este mundo idílico, si bien es importante para tenerlo como base de operaciones en nuestro intento por completar el marco teórico que nos permita entender la realidad económica, es obviamente una simplificación muy poco realista. El mundo es imperfecto, y la competencia también.
Competencia imperfecta: Un argumento espacial
La competencia perfecta no es solo una estructura teórica con unos fundamentos poco convincentes a la hora de reflejar la realidad económica. Las conclusiones a las que se puede llegar son, también, poco realistas, sobre todo si introducimos el espacio, como así hizo Starrett en 1978 en un paper titulado “Market allocations of location choice in a model with free mobility”.
En un contexto donde existan varios centros de producción y consumo (es decir, donde toda la actividad económica no esté concentrada en un punto adimensional) bajo la hipótesis de competencia perfecta y asumiendo que exista cierto coste de transporte entre los diferentes puntos (ciudades, países) obtenemos un resultado curioso, a la par que obvio: Ningún bien será transportado y, por tanto, no existirá el comercio. No solo tendremos un resultado autárquico, sino que, además, es meramente trivial.
Para una mejor comprensión y distensión sobre las implicaciones recomiendo este paper de Ottaviano y Thisse del 2000
No solo eso, el teorema demuestra que si algunos bienes no son perfectamente divisibles, no existe ningún equilibrio competitivo.
Claro que esto ocurre por que todo se está sustentando bajo las tres patas de la perfección competitiva: No existe diferenciación entre los centros de producción (el espacio es homogéneo), no existen externalidades ni en el consumo ni en la producción y los mercados son perfectos.
El propio Starret afirma que:
Es decir, que cuanto mayores sean los costes de transporte, mayor tiene que ser el grado de imperfección en el mercado para obtener un resultado estable.
A partir de aquí se podría argumentar, en defensa de la competencia perfecta, y a la luz de que el comercio es algo importante en nuestra economía global, que los costes de transporte no son realmente importantes, sino algo marginal. Sin embargo, en 2013 aproximadamente un 11,7% de los trabajadores del sector servicios se dedica a actividades relacionadas con el transporte, y un 1% en actividades relacionadas con las comunicaciones (que indirectamente también sirven para garantizar la cohesión espacial del territorio en torno a la actividad económica y productiva), ocupando en conjunto aproximadamente el 13% de la cifra de negocios total del sector servicios, cifras relativamente importantes.
Así que, a la hora de estudiar el comercio internacional o la distribución de la actividad económica en el espacio, deberemos partir de un marco competitivo ligeramente diferente, el de la competencia imperfecta.
El espacio como fuente de diferenciación
Una de las fuentes básicas en cuanto al desarrollo de la estructura teórica básica del equilibrio competitivo es el modelo de Arrow-Debreu, de 1954, donde prueban que, bajo ciertas condiciones (entre ellas la competencia perfecta) existirá un equilibrio (un vector de precios que hará que la demanda agregada se iguale a la oferta agregada). Lo que me interesa no es tanto el modelo, sino la definición de bien económico (commodity) que proponen.
En ella, un bien no solo lo va a definir sus características físicas principales o las necesidades que pueda satisfacer, si no el tiempo y la localización en la que se encuentre. Así, una barra de pan en la tienda de debajo de tu casa es un bien económico diferente a una barra de pan vendida en alguna tiendecita de Texas.
Ambas tiendas, a pesar de estar vendiendo el mismo bien físico no compiten entre si, puesto que no hay una libertad de movimiento del consumidor tal que le permita decidir sobré ambos bienes sin tener en cuenta el coste de transporte en el que incurriría si quisiera comprar la barra de pan en Texas.
Por tanto, esto se debe a la localización específica de la demanda que consume dicho bien.
Arrow-Debreu no incluyen el espacio en su modelo,, pero si extendemos un poco más su idea de bien económico y lo contextualizamos en el espacio se complican bastante las cosas.
Si decimos que un bien económico está definido, entre otras cosas, por la localización en la que se encuentra, el mercado de dicho bien (entendido como el conjunto de oferentes y demandantes) también lo estará. Entendiendo este mercado como un espacio ya no adimensional, sino localizado e intrínsecamente asociado al espacio, nos surge otro problema ¿Cuántos oferentes y demandantes puede haber?
Y es que si un mercado está adscrito a un espacio concreto, la cantidad de oferentes y demandantes que puede caber es, no solo finito, sino relativamente pequeño, y esto afecta al principio básico de competencia perfecta.
El espacio económico, por tanto, genera diferenciación en el producto, no permite que haya (físicamente) una gran cantidad de oferentes y demandantes y genera ciertos costes de transporte, otro envite más hacia el marco teórico de la competencia perfecta que parte de la misma definición de bien económico.
Diferenciación de producto: Marco Dixit-Stiglitz
Obviamente el estudio de los mercados imperfectos es un elemento totalmente independiente del concepto espacial de la geografía económica.
Los dos ejemplos anteriores sirven, no obstante, para mostrar como la introducción del concepto espacial tiene que ir inherentemente apegada al concepto de competencia imperfecta.
En general, el marco competitivo que se suele emplear en los modelos más generales de la Nueva Geografía Económica es el modelo de competencia monopolística Dixit-Stiglitz, de 1977. (Aquí tenéis una versión completa donde se derivan todos los resultados de manera más menos sencilla, el paper original es un poco más complicado).
En este marco, cada empresa ofrece un producto diferenciado. Los consumidores querrán consumir un poco de todas las variedades, de forma que aunque una empresa ponga un precio mayor, si bien atraerá a menos consumidores, seguirá vendiendo parte de su producto.
El resultado fundamental es que el precio de un bien ya no solo va a depender del coste de producción, si no también de la diferenciación que mantengan los diferentes bienes. Si estamos en un mercado que tienda más hacia la competencia perfecta, los consumidores no verán diferencias entre los bienes y tenderán a dejar de comprar en aquella empresa que suba los precios (lo que hará que los precios se acerquen a su coste productivo). En cambio, si estamos en un mercado con productos muy diferenciados, una empresa puede subir mucho los precios sin que su demanda disminuya, lo cual hará que en el equilibrio los precios sean mucho más altos.
Esto, además, potencia los beneficios empresariales al alza (aunque también se puede suponer la entrada y salida libre de empresas para eliminar este hecho).
Esto genera el comercio, al permitir que una empresa pueda vender fuera de su mercado local.
En un contexto de competencia perfecta, el aumento de precio derivado del espacio (que le haría incurrir en un coste de transporte) haría que no vendiera nada, pero en el nuevo marco competitivo, y dado que el producto está totalmente diferenciado (sobre todo porque pertenece a otro “mercado”), aun con un precio mayor podrá obtener beneficios, incentivándole a exportar.
Otro de los elementos fundamentales que incorpora cierta imperfección es el hecho de incluir rendimientos crecientes a escala, donde las empresas, al incrementar su escala productiva, reducen el coste medio de producción. En un contexto de competencia perfecta nos llevaría al estado económico del monopolio (con una sola empresa operando), pero bajo la diferenciación de producto se mantienen un número finito de empresas y, por tanto, bienes económicos. Esto es lo que da nombre al marco teórico de la “competencia monopolística”.
Concluyendo imperfectamente
En este pequeño artículo he querido reflejar la importancia de incluir un marco de competencia imperfecta en el seno del análisis de la actividad económica sobre el espacio.
No deberíamos pensar en el modelo perfectamente competitivo como un lastre anticuado y equivocado, sino como la base teórica que nos permite ampliar y complicar (intentando atisbar nuevas abstracciones del mundo económico más realistas) el análisis. Si bien muchas veces es equivocadamente utilizado como una generalización apropiada de un sistema socioeconómico mucho más variopinto y complejo.
La Nueva Geografía Económica, cuya distinción principal frente al resto de ramas económicas es el espacio y su relación con la actividad económica, no puede, a la luz de los resultados teóricos de Starrett, partir de un mercado competitivo. Si bien, aquí he descrito la forma más funcional y básica de generar una imperfección en el mercado, la diferenciación de producto, no es la única.
Sin embargo, es la que utilizaremos cuando explique el resultado fundamental del paper de Krugman que dio comienzo a la variopinta explosión que le siguió y que dio forma a esta rama del estudio económico. Pero eso será en el siguiente artículo. Miguel Puente Ajovín @caoticaeconomia