Sobre el paisaje árido y con unos árboles sin hojas, como de invierno profundo, unas vallas pequeñas, tal vez de cañas, remarcando las pequeñas lomas del descampado. Sobro todo un letrero inclasificable y una dama árida, tal vez muerta, de gestos desencajados, que no mira hacia ningún lugar. Está perdida. Casi es de noche, pero en el suelo se amontonan las basuras, los papeles perdidos, las nadas que esperan los derribos.
La dama del pelo alborotado espera el tiempo de ser repintada, de tal vez derruida por una excavadora. Por eso está desencajada. Po eso o por que es así, pues recordemos que siempre hemos creído que estaba muerta.