La ansiedad es la más común y universal de las emociones básicas del ser humano incluso está presente en el reino animal. Se trata de una reacción emocional ante la percepción de una amenaza o peligro y su finalidad es la protección del individuo.
En todos los mamíferos existe este tipo de mecanismo de protección programado genéticamente, que tiene la finalidad de proteger a las crías o a sí mismo ante posibles daños. Frente a una situación amenazante se produce de manera automática e inmediata una respuesta de ansiedad que prepara y protege al individuo para la lucha o la huida. En ocasiones sobre todo en situaciones amenazantes podemos ver como algunos animales se quedan paralizados tratando de pasar desapercibidos.
Son respuestas naturales que nos ayudan a afrontar las amenazas. Respuestas naturales que nos ayudan en la supervivencia ayudando a nuestro cuerpo a enfrentarse al peligro.
Aunque es una buena herramienta que en ocasiones nos puede ayudar a sobrevivir, lo cierto es que es una sensación que vivimos de manera desagradable.
Cuando estamos ansiosos nos sentimos mal. Esto tiene que ser así, el malestar es un motivo más para ayudarnos a huir de una situación peligrosa.
El problema surge cuando esta sensación perdura demasiado tiempo sin motivo, o cuando la respuesta ansiosa se produce ante objetos o situaciones que realmente no son peligrosas. En estas situaciones la ansiedad deja de sernos útil y pasa a ser un problema que nos perjudica en nuestra vida normal.
Muchos agentes estresantes nos rodean y nos acompañan a lo largo de nuestra existencia haciendo que el fantasma del peligro nos aceche tras cualquier situación inofensiva. En el caso de los trastornos de ansiedad, la respuesta ansiosa funciona como un dispositivo antirrobo defectuoso, que se activa y previene un peligro inminente pero a la vez inexistente o no tan grave como los mensajes que nos envía para defendernos.