España no está al final de su ajuste económico. Decirlo es estar poco informado o creer que el optimismo sirve para no estar peor. Este septiembre 2013 será muy duro, pero efectivamente si se compara con otros septiembre cercanos no lo será tanto pues ya se han realizado gran parte de los ajustes.
Diríamos que ya no es posible perder tantos puestos de trabajo, simplemente por que ya no los hay. Los cotizantes siguen bajando, luego la actividad sigue perdiéndose y España camino hacia la nada. Empresas tan importantes como Renfe, Ericcson, San Miguel, Urbanos de Zaragoza, Seat o el propio Estado siguen planteando ERES con despidos numerosos. No se ve la reactivación.
Puede venir el estancamiento que es un periodo de duración incierta que nos ahonda en la crisis social. Pero mientras tanto seguimos afirmando que ya hay brotes verdes, como hacía Salgado, para insuflar optimismo artificial. La realidad es que quien debe actuar con el pesimismo o el optimismo, no escucha a los Ministros por la tele.
España está perdiendo a una generación de buenos profesionales, de jóvenes muy cualificados, de familias que no se crean. Este drama lo veremos en toda su crudeza en las dos próximas décadas, con independencia de la marcha de nuestra economía. Las emigraciones suelen volver cuando ya han formado poso, cascarón, ahorros. Cuando la edad permite buscar el descanso. España es un buen país para descansar pero en esta década es un mal país para emprender, para trabajar, para crear. El valor de los países y sus sociedades se mide de muchas formas. Ahora solo sabemos medir el PIB o la deuda o la Prima de Riesgo. No cuentas los habitantes, su formación, su valor de emprendimiento, su capacidad de querer mejorar, de ser productivos, de creer en su trabajo, de respetar a su territorio. Y todo esto pasará factura.
Nunca hemos tenido una generación de políticos peores que los actuales. Sin visión de futuro, sin capacidad de hacerse respetar, sin ganas para creer en España. Son meros gestores. Los políticos nunca deben ser meros gestores, la democracia se funda para que los mejores creen país y sociedad, no para llevar las cuentas. Para eso sirve un contable, un economista, un administrador. Para dirigir sociedades se necesitan líderes con capacidad humanista.