Sin duda los alemanes han votado ante el miedo de que a
ellos les pudiera llegar la misma crisis que tenemos en mucha parte de Europa.
Otra vez más el miedo mueve (o hacer resistir a) políticas que invitan a la
calma, al no tener que perder más.
Los presupuestos presentados por el mismo Montoro que avisa de la
maravilla de recuperación en España, producirían escándalo en cualquier otro
momento. Ahora producen tranquilidad, pues al menos haberlos haylos.
Como ciudadanos somos responsables (todavía) de nuestro
futuro, y hemos optado por el empobrecimiento lento pero seguro. El miedo nos
atenaza y no queremos escuchar cantos de personas que sean las que nos vuelven
pobres pero muy lentamente, casi sin enterarnos.
Pobres de espíritu, de dinero, de cultura, de derechos, de
trabajo, de país.
Los presupuestos son paupérrimos, nadie sabe cómo
cumplirlos, cómo pagar. La mayor partida es para pagar deuda pero esta no baja
sino aumenta, solo pagamos intereses.
No hay inversiones, no hay cultura, no educación, no
sanidad. Se trata de ir desmantelando lentamente para que no se note. Así de
triste.
Pero no lo hacen por mala leche, no creo. Lo hacen por
incapacidad y por seguidismo a las políticas de una Europa diferente a nosotros
que nos quiere pobres para ser ellos ricos. ¿Hay duda de esto?
En mi barrio, para que algunos sean ricos, otros tienen que
ser pobres. Lo contrario es el comunismo. Y lo que sucede en mi barrio sucede
en Europa.
En mi pequeño barrio tengo grandes superficies comerciales,
una farmacia donde trabajan una docena de personas, varios bancos, dos pobres
de pedir, un músico ambulante, dos vendedores de calle, tres sin techo y algún
arquitecto. Todo el engranaje funciona bien, pero insisto, para que el pobre
reciba limosnas hay que tener grandes tiendas que le dejen ponerse a su vera a
pedir.
Yo no quiero esa Europa para España. Yo quiero una Europa
moderna y social, yo no quiero ser el que toca el acordeón junto al tranvía, en
una Europa donde muchos cogen taxi para tomar el café de media mañana.