Nadie nos podría explicar ahora qué motivo ha llevado a la chica a permanecer sentada en el suelo, teniendo la silla vacía a su vera. Pero lo cierto es que además de taparse la cara y encogerse, cruza las piernas embolándose más sobre sí misma, dejando más patente la silla vacía. ¿No es un poquito grande la silla y eso aumenta la sensación de inutilidad, de vacío, de protagonismo al mueble?
Ella está viva, sin duda, muestra un movimiento humano de retirada ante el observador. La silla en cambio permanece altiva, orgullosa de estar presente. La obra se llama “Sin pausas” y está pintada por Linnea Vestre.