España es un país que aprendió a ahorrar a costa de comprar
vivienda de uso habitual. Era un seguro de vejez fácil de entender y que no
requería mucha complicación. Nos ahorrábamos en alquileres y dejábamos para la
jubilación y la herencia un bien inmueble que posiblemente no se habría
depreciado mucho aunque estuviera más viejo.
Pero este sistema de ahorro “fácil” es un gran error,
cometido por que no se nos ha enseñado otras opciones.
Una sociedad con mucha vivienda en propiedad es una sociedad
que no tiene movilidad geográfica a la hora de buscar empleo y de mejorar.
Ahorrar e invertir solo en vivienda supone no hacerlo en
proyectos, en pequeñas empresas, en una búsqueda de rentabilidad productiva.
La vivienda en propiedad supone siempre una adaptación mayor a un
nuevo trabajo en donde la distancia desde el hogar se tiene en cuenta. Cuesta
tiempo y dinero y se analiza a la hora de cambiar de empresa. Sería más fácil
si se tuviera la oportunidad y facilidad de poder cambiar de hogar con
alquileres.
Incluso durante los años 80, cuando los intereses de créditos
e hipotecas eran muy altos, superiores incluso al 15%, se seguía comprando
vivienda desde los trabajadores españoles.
Por otra parte debemos reconocer que este sistema es
perfecto para tener a la sociedad pillada de la deuda durante muchos años, de
la comodidad y de la nula capacidad para invertir o innovar con sus ahorros.
Diríamos que a gran parte del “sistema” le venía muy bien millones de trabajadores
que solo tenían jornal para pagar deudas.
Pero a su vez todos creíamos que éramos más ricos de lo que
éramos, pues nuestras viviendas subían siempre de precio y aunque nunca
pudiéramos venderla pues era nuestro hogar, nos creaba la sensación de tener
ahorrada una cantidad muy alta en forma de ladrillo.
Ahora se puede decir sin duda, que todos los españoles hemos
perdido entre un 25% y un 45% de nuestro capital ahorrado, sin darnos cuenta. Incluso
la gran mayoría piensa que no es así, que esto es solo una coyuntura de la que
saldremos fortalecidos incluso. Pero lo cierto es que nuestros ladrillos valen mucho menos o incluso no valen casi nada pues nadie nos los querría comprar según donde los tuviéramos invertidos.
Si de la crisis de los años 90, mucho más baja que la actual
tardamos entre 10 y 15 años en salir según qué números analicemos, podemos
asegurar que esta vez volver a los datos del año 2007 nos puede costar más
tiempo. Es cuestión de esperar. O no.