Acaba el año 2013 como el más complicado para España de las cuatro
últimas décadas. Si hacemos balance anual sabemos que podríamos estar peor pero
a su vez que deberíamos estar mucho mejor. Se han perdido empleos, derechos,
ilusiones, creencias, oportunidades de empezar a edificar una sociedad más
estable y capaz. Se ha perdido país y razón de ser y pertenecer a él.
Empieza un nuevo año con pocas ilusiones aunque algunos
medios de comunicación nos quieran vender mentirosamente lo contrario. Deberían
preguntar en la calle, pero eso les pilla muy abajo.
España es un país más pobre que hace un año, en su sociedad
hay más pobres que hace un año, tiene más desempleados y han emigrado muchos de
sus ciudadanos jóvenes y mejor preparados, tenemos menos derechos y la sociedad
está más cabreada. Desgraciadamente este es el balance aunque todavía no está
en el punto de no retorno. Esa sería la nota positiva. Queda margen para
modificar sensaciones e intentar reconquistar a la sociedad muy quemada.
Pero lo más grave de todo ha sido la pérdida de actividad social
de la gente. Mientras cada día que pasa hay más trabajo entregado y voluntario
de muchos españoles para ayudar en la desgracia y la pobreza, a la vez, hay más
desafección, más esconderse y no mirar a su entorno, más no querer saber nada
de nada, más no creer en nadie. Unos pocos valientes están intentando ayudar a
los necesitados mientras una gran mayoría se calla y mira a otro lado pensando
que si se quejan les puede tocar a ellos la pobreza. Es la gran atadura social
de esta crisis.