Todos hemos asumido que una imagen representa mil palabras. Pero toda imagen —hoy— necesita al menos unas pocas palabras para darle vida y capacidad. Una imagen sola dice mucho, pero con unas pocas palabras dice todo. El espectador lector buscará siempre algo más que la visión de una imagen e incluso primero buscará la explicación ya masticada antes de forjarse la suya propias. Luego, sin duda, terminará y juzgará si hemos querido manipularle con el texto, con la dirección del complemento.