Estoy de viaje en la Cataluña que según algunos anhela la independencia aunque no aclaran de qué. Creo que sí desea con fervor la independencia de la crisis y de los ajustes contra los más necesitados pues la otra yo no la encuentro. Desea la independencia de los que no quieren a Cataluña cerca, de los que no hacen nada por entenderla. Desea la independencia de los imbéciles que se creen que España es Una y Grande por que lo decían los libross viejo. Los amores hay que cuidarlos todos los días.
Siguen atendiéndome muy amables cuando les hablo en castellano, siguen sonriendo cuando me miran para atenderme, sigo pagando en euros y leo los carteles de todos los lugares pues simplemente quiero leerlos y entenderlos pues es muy sencillo, siguen cobrando un poco caro lo que antes ya era un poco caro y sigue siendo una maravilla pasear por sus calles llenas de tiendas de lo más variopintas repletas de arte en todos los tamaños y calidades.
No he visto a ningún catalán desaforado en la misma tarde que me informan de un ataque xenófobo en el barrio de San José de Zaragoza y allí casi nadie quiere la independencia. Y he podido comer y cenar el mismo tipo de comidas de siempre. Tal vez lo que pasa es que entre todos queremos joder la marrana tirando de posiciones maximalistas que llevan a defenderse y a atacar. Todo menos sentarse a hablar y a aclarar posturas absurdas de odios mal entendidos.