La semana pasada asistí a un claro ejemplo de racismo en Barcelona desde una mujer negra hacia los viajeros de un autobús urbano, con dos cojones bien montados pero muy mal usados contra los más de 20 anonadados ciudadanos que no admitimos que se insultara al conductor del autobús sin razón alguna. Triste y deplorable viaje de más de diez minutos pues con esas actitudes hacen un flaco favor a la causa de la justicia social, mezclando la razón o la queja con el racismo discriminatorio que ella y su hijo de un año decía sufrir por ser negros, gritando contra todos.
Hoy, un hombre de más de 70 años que hizo de Melchor en Reyes, me ha relatado otro claro ejemplo de racismo doloroso de una madre indignada por que a su hijo le había dado el regalo social de barrio un Rey Baltasar en vez de Melchor que es quien quería su hijo, simplemente por ser negro el chaval. Los regalos se dan por número y los entrega quien le corresponde, algo que no tiene que saber la madre de nadie pero nunca pensar que a los niños negros les da los regalos los Reyes negros. Jodo, pobre anciano voluntario que hacía de Rey y se llevó la bronca pública. Esta vez no fue en Barcelona sino en Zaragoza, y yo uno de los que organicé los números de los regalos.
Errores graves de convivencia que son unas gotas contra el racismo más abundante de los blancos contra los negros. Pero estos que relato me resultan más dolorosos por resultar salidos de tono y creer que hacen retrasar la convivencia entre iguales. Todos son una aberración social, pero algunos duelen más. Tal vez por no haber sufrido de los otros.