No hay duda de que España como país moderno debe tener un Jefe de Estado en condiciones óptimas y capaces. Pensar lo contrario es condenar a España y los españoles a ser un territorio y sociedad gestionada sin garantías, algo inconcebible.
Hoy, las dudas y titubeos, los errores y presuntos delitos, las incapacidades o los nerviosismos se multiplican en los medios de comunicación europeos y americanos desde las ópticas libres de aquellos que buscan vencer contra España, algo muy sencillo en los últimos años, sobre todo en los terrenos del respeto internacional, el mundo económico y de inversión, de garantías sociales, de normalidad en el siglo XXI.
El mayor acierto para España sería que el Rey abdicara con la mayor normalidad de la calidad en las instituciones. Y a continuación y tras el nombramiento del nuevo Rey, solicitar en un referéndum lógico la opinión de los españoles sobre la Monarquía, antes de que se enquicien problemas que tienen su momento de solución. Pensar que España está en el siglo XIX es un gran error sobre todo con una juventud asqueada y muy cansada de su propio país que no les da ni trabajo ni futuro.