Las ciudades están llenas de calles. ¿Se había dado cuenta de ello? Pues cada una de ellas es una vida, pero todas ellas más que las vidas de sus habitantes actuales. Son las contenedoras de la historia de todos sus fieles visitantes, de los que están o de los que se fueron, de los que visitan o de los que pisan y se van.
El espíritu de la ciudad supera a la suma de sus calles más sus personas. Es algo propio de cada ciudad. El espíritu de cada una de ellas es totalmente distinto al de otra ciudad aunque sea vecina; a poco que observemos sus calles, donde se esconde y cobija, encontraremos las personalidad de cada ciudad. Solo debemos descubrirla.