En nuestra complejidad mental vamos edificando nuestra particular forma de ser. Todos tenemos dos vidas dentro de nuestro cerebro aunque no lo parezca desde fuera. La vida profesional y la vida familiar. La vida laboral y de trabajo del tipo que sea y la vida de placer, gozo u ocio. Pero ni la división está perfectamente delimitada ni en cada persona ocupa el mismo espacio cada una de las dos divisiones. Todos somos perfectamente diferentes.
Pero lo importante es que tengamos siempre suficientes puntos de unión, de puentes entra ambas formas de entender y vivir la propia vida. Puentes que nos faciliten el paso de un estado mental al otro con facilidad. Puentes para poder cambiarnos de posición sin dolor ni traumas. Los vamos a tener que utilizar varias veces cada día y si no los tenemos bien colocados en nuestro cerebro, nos fallará alguna de nuestras maneras de comportamiento social.
Lo malo no es que nuestro cerebro solo esté (casi) ocupado en su totalidad por una de las dos formas de entender la vida. Lo malo es que no tengamos suficientes puentes para ir cambiando de lugar, pues todos necesitamos tener ambas posiciones, a ser posible bien repartidas ocupando un parecido espacio mental.