Nos educan por un embudo y tan malo es que nos eduquen como si fuéramos botellas vacías que hay que llenar con el mismo ingrediente a todos, como que nos metan las religiones o cualquier otra materia sin posibilidad de ser “diferente” a lo establecido.
Los niños están abiertos a aprender, pero no a ser adoctrinados con la calma, las enseñanzas regladas repetitivas y de memoria, con la grisura de un “todos igual”.
La imaginación de cada niño no debe matarse a golpe de embudo pues los embudos son controlados por el demonio que adora controlar toda la sociedad.
Hay excelentes profesores que saben conservar en cada niño la frescura de su creatividad, que los miman como futuros creadores de soluciones, de ideas, de proyectos, de reflexiones, de revoluciones. Esos son los maestros que deben prevalecer al mando de una labor importantísima para toda sociedad.