Por si hubiera duda al respecto, uno sí cree en el derecho a
decidir su futuro de los pueblos, o lo que se conoce con más sencillez, creo en
el Derecho a la Autodeterminación. Faltaría más que seamos capaces desde hace
décadas de usar el derecho al divorcio familiar y no lo tengamos para que una
sociedad decida con quien quiere seguir caminando en su futuro. Lo cual asumo
que es complicado de ordenar, gestionar, decidir.
La propia historia de España nos enseña muy diversas
composiciones de nuestra realidad. No vamos a recordar qué fuimos hacia Europa
en anteriores siglos, hacia América o África o incluso dentro de nuestra propia
península ibérica. Yo mismo nací cuando España estaba todavía formada por
muchos países hoy alejados de la orbita de España, y no llego a los 60 años de
edad.
Pero efectivamente todo hay que legislarlo y ponerle unas
normas de sentido común. Sin miedos pero con inteligencia social. Un 50% no es
suficiente, tal vez un 66% de los votos válidos, igual un 55% del censo total.
No sé en qué números hay que fijar el punto de la decisión, pero no me cabe
duda que mantener a una sociedad a la fuerza junto a otra, si es un 75% del
total adulto, es una barbaridad que no conduce más que a la violencia.
Legislemos por la paz y pensemos que las fronteras si se quiere son solo unas líneas
en un mapa. Yo cuando he ido a Francia, numerosas veces, no he visto en el
suelo más que si acaso rayas pintadas. Y cambio del color de la chaqueta de los
guardias. Y lo mismo me ha sucedido en la casi docena de países visitados en
las dos últimas décadas. Las personas con las que me he encontrado siempre han
intentado ser amables, dentro de sus diferencias. Quien desde Zaragoza o Pamplona viaja a Andalucía
ve más diferencias sociales y culturales que si viaja a Biarritz, Pau u Olorón en
Francia.