Podría ser cualquier ciudad del sur de Europa, es Belgrado en Serbia. Un barrio de los llamados dormitorios que sacan sus trapos nocturnos a orear, a limpiarse de brujas nocturnas, de malas vibraciones de la noche oscura.
Es sobre todo una estampa que de ser horrorosa se ha ido convirtiendo en típica y estética, incluso maravillosamente artística en sus formas y distribuciones aleatorias. Cada día es un paisaje diferente. Pero estas ciudades ya no sirven pues son inhumanas.