El Tribunal Constitucional ha estado PERFECTO en su
sentencia sobre la declaración soberanista de Cataluña. Si a un juez o grupo de
jueces les preguntamos por una cuestión, sea civil, penal o de otro índole,
ellos cogen las leyes y las aplican, sentencia con arreglo a lo que otros han
escrito en unas leyes que son sus herramientas. Nos responden pues les hemos
preguntado.
En Justicia se interpreta poco y menos todavía en asuntos de
gran calado. Pero en este caso los jueces simplemente se han leído la
Constitución y han buscado encajar lo que juzgaban y no hay lugar. No es un
juez sino varios que intentan ponerse de acuerdo y se negocia o se convencen de
sus particulares razones.
Pero además han sentenciado algo muy clarificador de los
errores actuales. Han dicho que si una parte importante de una sociedad se
empeña en algo, los tribunales no son quieren para sentenciar, sino que deben
ser las partes políticas las que busquen la solución. Que la Constitución no
puede resolver todos los problemas que se puedan crear en una sociedad, en
particular los que vengan de una parte de esa sociedad que deseen cambiar parte
del actual estatus jurídico. Estos problemas no se pueden pretender resolver
desde el Tribunal Constitucional sino desde los poderes públicos o
territoriales.
Mientras la minoría de los catalanes quieran la
independencia España se puede defender con las leyes de todo tipo. Pero cuando
sea la mayoría de catalanes los que quieran un cambio, no habrá leyes suficientes.
Esto, tan obvio, no se entiende. No se trata de saltarse las leyes pues los
imbéciles enseguida plantean que entonces nos las podremos saltar todos y
asesinar, robar bancos o quemar bingos. Se trata de que las leyes en este siglo
ya no pueden estar por encima de la voluntad de las sociedades si son
mayoritarias. Y ahora que cada uno piense qué sucedería si nos empeñamos todos
en mantener ESTE ESTATUS LEGAL aunque no lo admita esa mayoría social que crece,
mientras el resto no hacemos nada por que no crezca sino al contrario,
alimentamos su ampliación sumando errores políticos constantes.