Agua, fútbol y miseria. En estos caldos nos movemos

Los calores nos obligan a buscar más agua. Y la tenemos. No valoramos el lujo de poseer agua para beber en distintas temperaturas y sabores, agua para bañarnos cuando queramos, agua para limpiar o para regar. Simplemente el lujo de tener agua es ya una gran suerte. Pero agua tengo yo, tú y pocos más.

Estamos pendientes del fútbol como de un mantra que todo lo cura. Lo repetimos, lo conocemos bien, lo adoramos, nos gastamos en él lo que no tenemos, creemos que lo entendemos, nos envuelve para hacernos gozar. Es San Fútbol el Salvador de las miserias. Es la droga social más barata y legal que se conoce. ¿He dicho barata?, estoy tonto.

Todos vemos crecer las miserias por las calles. Personas que antes estaban en sus hogares, dentro de familias y trabajos, ahora se descalzan para ponerse de rodillas sobre las zapatillas y poder pedir con más pena. Lo duro es que pasamos por su lado molestándonos todos. Los hemos convertido en mobiliario urbano. Si no lo resolvemos son el caldo donde se pudre la paz social, donde crecerá el veneno que se nos comerá las entretelas. No es pesimismo, es lógica.