Ultimamente yo no somos solo unos ciudadanos incapaces de controlar el consumo desmedido, es que además parecemos gozosos sabiendo que lo que creamos no sirve más que para un corto tiempo; que tan importante como consumir lo que puede que no sirva, es admitir con gozo que entramos en una senda de tener que cambiar cada poco tiempo de utensilios, pues así los van creando para darnos felicidad artificial.
Consumo desmedido, incontrol en la necesidad irreal de poseer todo, descontrol de lo que le supone al planeta seguir por el camino de poseer lo que no sirve, sin medir si nos lo podemos permitir como sociedad.
Sabemos que en el momento de la compra, todo objeto ya lleva marcado el tiempo del recambio, la obsolescencia programada para que no nos salgamos de la espiral. Pero nadie nos dice, a nadie le importa, saber si el planeta se lo puede permitir, con independencia incluso de si como sociedad lo podemos consentir.
Como sociedad, al haber varias y muy diferentes, tal vez podamos permitirnos tonterías injustas que suenan a delitos morales. Pero como planeta no nos podemos permitir los abusos que de forma estúpida nos han cambiado ya el clima y las formas naturales de vida.
Los consumidores enfermizos creen que esto son tonterías y dentro de su egoísmo se dicen que a ellos no les afectan. Que sean ciegos ante sus hijos no nos deben hacer callar pues también son ciegos ante nuestros hijos. Callarse es de cobardes.